Una vez leí lo siguiente “un primer paso no te lleva a donde realmente quieres ir, pero te saca de donde estás”. Ciertamente, todos tenemos esa posibilidad de cambio, todos podemos descubrir el camino que necesitamos seguir, también los jóvenes que llenan nuestros colegios. Hablamos de “antropología del potencial”, también podríamos hablar de “aprendizaje potencial” etc. Son innumerables las expresiones que van acompañadas de la palabra potencial y así es, nuestros jóvenes tienen el potencial para cambiar la situación, para cambiar su futuro. Cada día vemos alumnos con perfiles muy diferentes, intereses más o menos adecuados, que muestran esfuerzo o no. Sin embargo, esta primera percepción no es determinante, el cambio viene de su capacidad de cambio y comprensión y de nuestra labor de enseñar el camino o caminos que pueden tomar. Tenemos que tener fe en nuestros jóvenes y en sus posibilidades. Solemos caer en aquella horrorosa expresión de “cualquier tiempo pasado fue mejor”. No podemos medir el potencial del futuro en base al prisma de lo pasado, sí podemos aprender de la experiencia, pero sin vivir permanentemente en ella. Podemos pensar que los jóvenes de hoy en día carecen de muchas cualidades que otros tenían en otro tiempo, pero cada uno es hombre de su tiempo y sería la primera vez en la historia que una generación entera falla en su cometido vital, eso no va a pasar. Escogerán caminos que podremos juzgar como buenos, regulares o malos, pero sin duda lo harán con la autonomía y confianza que nosotros les habremos transferido y es entonces cuando tenemos que realizar una acción de confianza, aprender a confiar en las decisiones que ellos toman y acompañarlos. Incluso, confiar en que aprenderán de la equivocación y tener fe en que ellos serán capaces de cambiar de opción cuando así sea necesario. Debemos creer en nuestros alumnos, creer en su potencial de mejora y creer en la persona que junto a nosotros está creciendo. Resumiría esto diciendo que tener fe en la capacidad de cambio es saber ver más allá de la superficie y ser conscientes de sus potencialidades, de que pueden ser solidarios y libres, abiertos a la trascendencia y que serán protagonistas de su propio desarrollo. Mostrar confianza en que desde su libertad tenderán al bien y crecerán como personas cristianas y solidarias.
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