Luis, director de colegio
Hace poco más de un año me nombraron director del colegio. Un colegio de prestigio en la ciudad, con muy buenos resultados académicos. Algunos me dijeron que no me preocupara, que el colegio era como una máquina a la que simplemente había que ponerla a andar y que luego las cosas marchaban solas.
Pasado el primer año sentí la necesidad de retirarme una semana para evaluar lo ocurrido durante el mismo. A primera vista todo había ido bien, los resultados habían sido buenos…, pero me sentía terriblemente solo. Poco a poco me había ido aislando de la comunidad y debido a las infinitas reuniones pocas veces podía compartir el tiempo con mis hermanos. En la comunidad educativa cada uno iba a la suyo; en las reuniones nos limitábamos a cumplir el expediente; los profesores seguían siendo unos extraños para mí. Los trabajos burocráticos ocupaban gran parte de mi tiempo y apenas conocía a los alumnos, a no ser a través de expedientes o, a lo más, en el momento de solucionar un problema disciplinar. Y qué difícilmente había encontrado momentos de oración personal. ¿Era un funcionario o un testigo? […]