Dicen los documentos fundacionales que la razón de ser de los colegios del Sagrado Corazón es instruir a los niños y educar a los jóvenes en el conocimiento y en el amor de Dios. Esto se consigue mediante una espiritualidad de la misericordia y una pedagogía de la confianza.
La confianza es una de las virtudes que nos definen. Pero para hablar de confianza hay que partir de un sentimiento anterior, que está impreso en nuestros genes, seguramente desde el principio de los tiempos. Dice Heidegger que uno de los rasgos que caracterizan al ser humano es el reconocimiento de la vulnerabilidad que amenaza la existencia. Vulnerabilidad viene de vulnus, herida. La vulnerabilidad es la exposición a la herida. Todos nos hemos sentido frágiles en más de una ocasión. Es posible que en este mismo momento nos sintamos expuestos a cualquier ataque. En la escuela es fácil ver a gente vulnerable. Los niños y los adolescentes lo sienten especialmente, se dan cuenta de que pueden ser heridos y reaccionan, como sabemos, de las más diversas formas. A veces con las reacciones propias de temor y angustia. En otras ocasiones disfrazando la angustia bajo las caretas de pasotismo o de rebeldía.
Bueno, pues contra vulnerabilidad, confianza. Esta percepción de la vulnerabilidad varía dependiendo del grado de confianza con el que nos relacionamos con los demás. La confianza o la falta de confianza es el indicador más importante del grado de fragilidad con que nos percibimos. Cuando hay confianza nos sentimos más seguros, más protegidos, menos desamparados. Cuando no la hay, las amenazas aumentan y tenemos la sensación de que corremos peligro.
La confianza disuelve el miedo, nos permite mirar al futuro con optimismo y reduce la incertidumbre. La desconfianza termina por paralizar y eliminar nuestra capacidad de emprender.
La confianza tiene que ver con la relación con los demás. Seguramente nace en la familia, pero después la confianza debe extenderse a otras personas. Cabría preguntarse si confiar en los demás es un imperativo vital o se trata una campo de protección al que sólo algunos recurren
Un estudio norteamericano ha desarrollado las cinco facetas de la confianza dentro de un colegio o de una organización educativa. Son éstas.
1. Lealtad. Sabemos que la persona en quién confiamos va a defender nuestros intereses. Sabemos que muchas veces los grandes pasos de nuestra vida dependen de la voluntad de los otros y de su sentido de la lealtad.
2. Fiabilidad. Es la extensión hasta donde se puede seguir confiando en el otro. Es importante combinar lealtad y fiabilidad.
3. Competencia. Es la capacidad para cumplir con los objetivos propuestos. Una persona que tiene buena intención pero que no tiene competencia no es alguien en quien se pueda confiar.
4. Honestidad. Integridad de carácter y autenticidad. Lo que se dice corresponde verdaderamente con los que ha sucedido y se es capaz de cumplir la palabra referente al futuro. Muchos alumnos someten a los profesores a este test de confianza.
5. Transparencia. Compartir la información que sea relevante y los planes que se
tienen para el futuro. La transparencia hace a los individuos vulnerables, porque requiere usar bien la información y tener reciprocidad. Es ingrediente imprescindible en la relación de los profesores con otros profesores y con el equipo directivo. Por algo se dice que la información es poder y hay muchos que no quieren compartirlo
Todo lo que se puede decir sobre la confianza referente a las personas confianza sirve también para las instituciones. La confianza es el pegamento que mantiene a las instituciones unidas. Un grupo humano acaba desintegrándose si pierde la confianza en sí mismo.