Las razones por las que se lee no suelen estar muy claras. Posiblemente cada uno tenga las suyas. Es cierto que hay elementos que favorecen el gusto por la lectura y antes de hablar de ellos quiero recordar algunos derechos imprescindibles del buen lector inspirados en Pennac:
1) El derecho a no leer: Ni la lectura es un bien absoluto ni todo el saber está ya en los libros. Seguro que conocemos personas sabias, cultas, inteligentes … que apenas han leído algún libro o que incluso son analfabetas.
2) El derecho a leer cualquier cosa: el peor de los libros seguro que tiene algo positivo. No nos precipitemos si leen lo que los adultos consideramos “libros inadecuados”.Todo tiene su evolución y llegará el momento en el que a la lectura le pediremos algo más que la satisfacción inmediata y exclusiva de las emociones.
3) El derecho a no terminar un libro. Es un grave error obligar a terminar un libro que les resulta aburrido porque enseguida asociarán lectura con aburrimiento. Y la lectura es, en primer lugar, todo lo contrario: gozo, placer, entretenimiento, diversión, misterio… ¿Quién no ha dejado de leer alguna vez un libro comenzado? Servidor, bastantes.
Hoy se habla de que es necesaria toda la tribu para educar (J.A. Marina). Centrémonos en dos estamentos básicos: el hogar y la escuela.
A) Familia: Lo primero es no forzar nunca y no convertir la lectura en un reto. A la lectura se llega por imitación familiar y para ello se necesita invertir tiempo en leer. Es muy positivo cuando los chicos ven que sus padres leen y que después hablan sobre lo leído, o cuando se preocupan de preguntar a sus hijos qué están leyendo o comparten y comentan el mismo libro.
Hay quien relaciona el éxito escolar con el número de libros leídos en el hogar.
B) Colegio: Lo más “novedoso” hoy en día es el desarrollo de las competencias básicas. Y entre ellas destaca la competencia lingüística que a través de la lectura facilita la interpretación y comprensión del código que permite hacer uso de la Lengua. Uno de los medios para conseguirla es potenciar las bibliotecas de aula y evitar que las bibliotecas escolares sean poco más que almacenes o cementerios de libros.
Hagamos un recorrido por las distintas etapas educativas de cómo iniciar, fomentar y mantener la afición a la lectura:
* Infantil: Creo que es un error grave adelantar el aprendizaje de la lectura antes de que los niños tengan la madurez suficiente. Y es fundamental respetar ese proceso natural de maduración evitando la impaciencia de obtener resultados inmediatos. Se trata, con palabras de un compañero de Infantil, de “ hacer lectores antes que enseñar a leer”. O con el lema de una editorial: “no queremos que los niños lean… queremos que amen la lectura”. “Formar lectores no es el resultado de ciertas técnicas o de efímeras celebraciones o campañas, sino de programas duraderos, de constante dedicación y titánica paciencia. Y aun así, nunca se está seguro.” (Juan Mata)
* Primaria: Pienso que habría que empezar por “podar” el currículo, por lo menos, de Lengua. Estamos ante un árbol con las ramas excesivamente cargadas de contenidos conceptuales que se repiten machaconamente a lo largo esta etapa … y de Secundaria. Menos aprendizaje “volátil”, “de aprender para el examen y olvidar” y más trabajar la parte instrumental de la asignatura: lectura, expresión oral y escrita. Y si es verdad lo que se dice que “todos somos profesores de Lengua”, leamos también en otras asignaturas.
* Secundaria: Es un error la idea de que en las aulas no debería entrar más que una literatura de calidad. Este prejuicio nos encara con el canon literario: libros que hay que leer sí o sí. No es nueva la controversia entre los libros que “deben” leer y los que “quieren” leer nuestros alumnos; obras clásicas y contemporáneas pueden y deben coexistir pero supeditadas a la madurez de cada lector; lector que a estas edades busca mucho más lo emocional, intuitivo e inmediato que el gozo intelectual.
* Bachiller: Cito a Pennac: “El verbo leer no soporta el imperativo”. El profesor debe actuar como mediador entre los libros y los alumnos y evitar mandar leerlos sin apenas comentarios, sin instrucciones, sin comentarlos, sin referencias. Huyamos de la dictadura del programa si es necesario y eduquemos más para la vida que para la selectividad. El profesor debe haber disfrutado de los libros que manda leer no sólo de forma profesional, sino como experiencia vital; sólo así podrá ”inocular el múltiple placer de la lectura”. (Pennac en su recomendable, casi digo obligatorio, libro: “Como una novela”) .
Para terminar quisiera evocar unas palabras de George Steiner: “Me gustaría que, si perduro en las memorias, el recuerdo que de mí se guarde sea el de un maestro de lectura, de alguien que ha pasado su vida leyendo con los demás”.