Uno de los pilares del Proyecto Confianza es la cuidada atención a la lectura, la escritura y la oratoria en todas las etapas educativas. Es preciso que este principio de la educación corazonista se encarne en medidas concretas que lleguen a la práctica escolar diaria.
Una de esas concrecciones es lo que hemos llamado el 40x40x4. Se podría formular de esta manera: “que todos los alumnos de los colegios corazonistas, desde 5º de Primaria hasta la culminación de sus estudios en Secundaria o en Bachillerato, lean en cada curso escolar 40 libros, escriban 40 trabajos académicos entregados en una doble versión y hablen al menos 4 veces al año en discursos orales que vayan desde los 3 hasta los 15 minutos, atendiendo al curso escolar y al desarrollo de los alumnos”.
La lectura de los libros está pensada para hacerla tanto en horario escolar como en casa. Los responsables de la organización de estas lecturas son los profesores de lenguas. Tanto en la lengua vehicular como en las lenguas que son objeto de aprendizaje. La principal misión de los profesores es la de servir de impulsores y motivadores de un movimiento hacia la lectura. Hay muchos recursos didácticos que se pueden utilizar para lograr el objetivo de que los niños lean. Están los contadores de lecturas, fáciles de construir al modo de un termómetro, una escalera, un árbol del que cuelgan las hojas de los libros leídos. También es necesario contar con los padres para que la lectura se convierta en un hábito familiar y, cuando esto no sea posible, para que en los hogares los niños puedan encontrar las condiciones necesarias para facilitar el encuentro con los libros.
Leer 40 libros al año es una barbaridad, dicen algunos profesores. Hombre, si consideramos el número de páginas de Guerra y Paz de Tolstoi y las multiplicamos por 40, no cabe duda de que son una barbaridad de páginas. Pero no todos los libros son como Guerra y Paz, por desgracia. Me refiero a la cantidad de lecturas que puedes incorporar a tu propia vida, como pasa con todas las grandes obras maestras. Pero volvamos a los números. Un libro de tamaño medio tiene alrededor de 50.000 palabras, que si las multiplicamos por 40 resulta que lo que se pide a nuestros niños y adolescentes es que lean 2 millones de palabras en un año, simplemente por el placer de leer. Teniendo en cuenta que un joven de 15 años regularmente instruido es capaz de leer 400 palabras por minuto, el tiempo que necesita este joven para completar la lectura de sus 40 libros es de 5000 minutos, es decir, algo más de 83 horas. No es poco. Este joven, para completar la tarea, tendría que dejar durante 40 días de ver la televisión y dedicarse a leer las dos horas que de media se pasa delante de la pantalla. Más sencillo le sería, sin embargo, alejarse temporalmente de las redes sociales para cumplir con el placer de leer. Basta con que pierda o tire el móvil durante un mes y dedique esas tres horas diarias que pasa interactuando con el aparatito en completar esos dichosos 40 libros.
Los resultados podrían ser espectaculares. Un libro, si es bueno mucho mejor, contiene en su interior todos los valores de la enseñanza moderna. Uno puede aprender trabajo cooperativo en la distribución de responsabilidades que cada día hace el malvado Fagin para organizar la banda de ladronzuelos a la que pertenece Oliver Twist. El ABP, también llamado aprendizaje basado en proyectos, es el camino que emprende Jim Hawkins para aprender muchas cosas sobre sí mismo y sobre los demás y llegar al final del viaje al tesoro de La isla del tesoro. La confianza en sí mismo y en los demás es el verdadero motor que le permite al hidalgo Quijano o Quesada, que sobre eso también hay dudas, conquistar todos los mundos conocidos. Y no hace falta enseñar lo que es la compasión a quién lo haya aprendido a través de la mendiga Benina, en Misericordia de Galdós.
Acaba de decir Samuel Goleman, el de la inteligencia emocional, que saber concentrarse es más importante para un niño que el coeficiente intelectual. Es una verdad de perogrullo, o si quieren una revelación al estilo de Menard autor del Quijote, porque si no hay concentración la inteligencia no encuentra el objeto del que asirse. La inteligencia sin capacidad de concentración es como un semáforo en el desierto, como unos guantes en verano, como un batanero en el mercado de trabajo. La solución para la falta de capacidad de concentración que acompaña a los jóvenes y adolescentes es barata, atractiva y la tenemos al alcance de la mano: los libros. Un mínimo de 40 libros al año para cada uno de los alumnos de los colegios corazonistas, desde 5º de Primaria hasta el último año de estancia en el colegio.