El pensamiento es un ejercicio estéril si no sale al exterior en forma de palabras o de obras. El pensamiento humanístico se manifiesta fundamentalmente mediante la palabra, bien sea pronunciada escrita.
La palabra hablada suele ser más inmediata y, por tanto, menos reflexiva. La palabra escrita ordena los pensamientos, pule sus facetas, ensarta unos con otros para hacerlos más complejos y vitales. Por eso, enseñar a un niño a escribir es enseñarle también a pensar. En el ambiente escolar la escritura se convierte en la herramienta privilegiada para desarrollar la capacidad de ofrecer el pensamiento propio a los demás.
El ejercicio de escribir debe ser común a todas las materias. Por tanto los 40 textos al año se convierten entre 8 y 10 textos por materia. El proceso siempre comienza por la lectura de un texto corto, relacionado con la programación curricular prevista. A continuación es preciso realizar los ejercicios necesarios para que todos los alumnos comprendan el texto en todos sus extremos: consulta del vocabulario, significado de algunas frases, lectura del contexto en el que se ha escrito, etc. Puede terminar esta fase con un pequeño ejercicio propuesto por el profesor donde se pueda comprobar el nivel de comprensión del texto que han adquirido los alumnos.
A partir de aquí comenzamos el verdadero proceso humanístico. El profesor propone una o dos preguntas que introduzcan un debate sobre el texto. De acuerdo a la edad de los alumnos, se les va a pedir que presenten la información sobre el tema de manera clara y precisa y utilicen argumentos sólidos para defender sus posturas. Mientras dure el debate se va a permitir que los alumnos subrayen el texto o tomen notas que después les van a servir para su escrito. La ultima fase es la redacción de un texto argumentativo sobre el tema. No hace falta que sea muy largo, pero es imprescindible que nazca de la propia individualidad, que se eviten las copias y los plagios.
Nos dicen los profesores de matemáticas que a la hora de corregir les es preciso mirar no sólo el resultado final sino también el proceso que ha llegado hasta el mismo. Los profesores que se enfrentan a un texto humanístico necesitan recorrer el mismo camino. Como es imposible pedir todas las versiones de un texto nos puede bastar pedir a los alumnos la primera versión y la última, es decir aquella que ha nacido del primer impulso, que se ha escrito rápidamente después del volcán de pensamiento provocado por la palabra y el debate, y la última versión nacida de las idas y venidas del pensamiento al bolígrafo o al teclado.
Los objetivos educativos nos hablan de educar el pensamiento crítico, enseñar a pensar, aprender a aprender, formar hombres y mujeres libres e independientes para el futuro. Todo en uno: ayúdales a escribir.